Gonzalo Silvestre, sin responder palabra alguna, se partió del gobernador y se subió en su caballo, y de camino, como iba, encontró con un Juan López Cacho, natural de Sevilla, paje del gobernador, que tenía un buen caballo, y le dijo: "El general manda que vos y yo vayamos con un recaudo suyo a amanecer al real. Por tanto, seguidme luego, que yo ya voy caminando". Juan López respondió diciendo: "Por vida vuestra, que llevéis otro, que yo estoy cansado y no puedo ir allá". Replicó Gonzalo Silvestre: "El gobernador me mandó que escogiese un compañero. Yo elijo vuestra persona. Si quisieredes venir, venid enhorabuena, y si no, quedaos en ella misma, que porque vamos ambos no se disminuye el peligro, ni porque yo vaya solo se aumente el trabajo". Diciendo esto, dio de las espuelas al caballo y siguió su camino. Juan López, mal que le pesó, subió en el suyo y fue en pos de él. Salieron de donde quedaba el gobernador a hora que el sol se ponía ambos mozos, que apenas pasaban de los veinte años.
LFI, LIBRO SEGUNDO, PRIMERA PARTE, CAP. XIII
Friday, March 16, 2012
Wednesday, March 14, 2012
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